Oxímoron: el universo cuántico en una figura literaria. Una visión punki de los lenguajes de la realidad

Todo puede ser y no ser al mismo tiempo. 

Hablaba Nietzsche de la metáfora como la forma de ampliar el pensamiento, liberarlo del carácter radical de los conceptos cerrados (del carácter ancilar del lenguaje, que es a su vez el cuchillo que cercena diferencias), y redimensionar las definiciones que nos salvan −y por tanto nos limitan− de la naturaleza hostil del universo, dado que esta es amplia y peligrosa, volviéndonos normativos, “tramitables”. 

Al abrirnos al lenguaje de la metáfora, que une conceptos ampliándose, incluimos la experiencia, los sentidos: tenemos la posibilidad de liberar y de inventar.

Al mantenernos en un lenguaje de metáforas “históricas”, aprendidas, pretendemos cerrarnos en ese lenguaje de concepto final sin entender que fue esa posibilidad metafórica la que, inicialmente, nos permitió abrirnos al mundo, construirlo: nos quedamos con el mundo rancio de la metáfora rancia, de la metáfora fósil, moribunda, del… ¿cliché?

Decía Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

“¿Qué es entonces la verdad? Un dinámico tropel de metáforas, metonimias y antropomorfismos; en suma, un conjunto de relaciones humanas que, realizadas, plasmadas y adornadas por la poesía y la retórica, y tras un largo uso, un pueblo considera sólidas, canónicas y obligatorias; las verdades son ilusiones cuyo carácter ficticio ha sido olvidado (…)”.

Desde ese concepto donde buscamos ampliar la percepción −la verdad− desde las metáforas vivas, huyendo de lo canónico, de lo heredado, se puede entender o sonreír al sentido que dice que la poesía no es útil para nada, es más, pudiese en este caso resultar sospechosa −pues claramente quien lo probó lo sabe− de ampliar el mundo, de volverlo menos manejable, de evitar la reducción y la simplificación de las cosas en los hechos frágiles. La metáfora muestra como la poesía muestra e iluminar lo oculto siempre es una forma de oposición, de sospecha. 

En la línea de la idea de metáfora viva como constante revolución de realidad queremos pensar en la figura retórica del oxímoron como grito cuántico de la realidad: colándose cada día, cada vez más, en titulares sobre la materia, sobre las superficies, en las incógnitas. 

El oxímoron según la RAE se define como: “Combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador.”

Si la metáfora nos muestra el mundo, ¿el oxímoron nos salpica en gritos de doble ubicación, en saltitos de entusiasmo triste, en radicales contradicciones coherentes? 

¿Es acaso el oxímoron el lenguaje primigenio, el que entiende que aquello que quema también cuida, cocina, alimenta y destruye? ¿Significa acaso que todo en sí mismo contiene la negación de lo que afirma, incluso de forma simultánea?

Ahora mismo en nuestra lengua está la posibilidad de detectar lo amargo a la vez que lo dulce (y no hablo de un sentido metalingüístico sino de la más absoluta fisicidad), ciertos placeres son placeres dolorosos, vivimos, al menos los que aún estamos en España, en una monarquía constitucional y existe una luz oscura y un grito mudo.

¿Tiene el universo una ceja subida en tono irónico? ¿Una ceja irónica, bellísimamente esdrújula, de oxímoron?

En un mundo radicalizado en posiciones contrarias, los titulares paralelos nos gritan (muy en bajito) irónicos descubrimientos: un constante ¿Y si…?

No solo es que nuestro cuerpo tenga un oxímoron delicioso dentro que nos construye (músculo esquelético), es que una de las cuatro fuerzas de nuestro universo −es decir de nuestra “sólida viveza”− se nombra como “fuerza débil”. Fuerza débil. Fuerza débil. Bum. 

Mujeres, hombres, mujumbris, en todos, en todo, tenemos la belleza pequeña de la fuerza débil. 

No solo eso, es que la fuerza débil, o la interacción débil, es la única que permite a los quarks (las únicas partículas fundamentales que interactúan con las cuatro fuerzas fundamentales: fuerza nuclear fuerte, fuerza electromagnética, fuerza nuclear débil, interacción gravitatoria) cambiar de sabor: es decir, no solo contiene el oxímoron, contiene el cambio. 

Ante la pregunta de en qué estados de la materia se presenta el agua, para no engrosar la fila de repetidores que fuman, todos diríamos: líquido, sólido, gaseoso: pues ya no. El irónico oxímoron ha venido a dictar suspenso popular, o asombro unívoco. Un titular del periódico dice “Recrean de forma estable un nuevo estado de la materia: hielo superiónico: sólido y líquido a la vez.”

Heráclito celebra feliz constatar que la reunión de los opuestos es vida y la unidad es multiplicidad. Resuenan sus palabras: “Los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo consigo mismo. Es una armonía de tensiones opuestas, como el arco y la lira”. Parménides se revuelve entre sus huesos pulverizados, obsesionado y tenso con su ataque radical al devenir.

Nosotras sabemos que no sabemos nada y que, a su vez, todo sabemos.

1 La palabra quark sale de la novela de Joyce, Finnegans Wake, y, como cierta onomatopeya, designa el grito de la gaviota, aunque en el texto. como no podía ser de otra manera, toma distintos resultados polisémicos.

Andrea López Montero
Consejo editorial agua

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