Campo semántico: los meandros del caldo

Saussure insistió en que las palabras forman un sistema en el cual cada una extrae su valor de su posición con respecto a las otras. En el léxico, cada palabra es el centro de lo que llama una “constelación” asociativa. Por ejemplo la palabra enseñanza, evoca en nosotros la asociación formal con enseñarenseñamos; pero también las semánticas de contenido con aprendizaje, educación, etc.

Un campo semántico es una serie de unidades léxicas que comparten diversas características en cuanto a sus significados.

Un campo semántico está formado por distintas palabras cuyos significados tienen una cierta relación ya que disponen de algún rasgo semántico en común.

Un campo semántico es una red léxica que se desarrolla a partir de palabras que comparten algún sema o rasgo de significado.

Un campo es un terreno plano.

Semántico equivale a significado relevante.

Todo lo anterior es uno y lo mismo, lo mismo y uno.

De ello se desliga que los términos que componen un campo semántico tienen una serie de características en común y otras que los diferencian.

Los sinónimos puros no existen, o de existir, solo lo hacen en el contexto.

Lo que sí existen, no se me apuren, son relaciones de significado entre las palabras más o menos extensas, es decir, intersecciones de significado floridas en mayor o menor grado.

Cada lengua estructura sus propios campos semánticos de modo peculiar y distintivo. Ejemplo del campo semántico “pared”, según G. Salvador:

 S1S2S3S4S5S6S7S8S9S10S11S12
pared++++        
muro+++++       
tabique++++ ++     
tapia++++ + +    
muralla++++   + +  
barbacana++++   +++  
colaña++++ ++ +   
frontón+++++     + 
paredón++++       +

Valor de los semas:

S1: obra                         
S2: de albañilería             
S3: vertical
S4: para cerrar un espacio
S5: grueso
S6: delgado
S7: interior
S8: exterior
S9: bajo
S10: con carácter defensivo
S11: para jugar a la pelota
S12: en ruinas

Forman un campo semántico porque comparten los semas de “obra”, “de albañilería”, “vertical”, “para cerrar un espacio”. Pero hay semas diferenciales: “grueso”, en muro; “delgado” e “interior” en tabique; “exterior” en tapia; los semas “exterior”, “bajo” y “con carácter defensivo” en barbacana; “delgado”, “interior” y “bajo” en colaña; “grueso” y “para jugar a la pelota” en frontón; y el sema “en ruinas” para paredón.

Un campo semántico es un terreno plano de significados compartidos casi plenos.
Un campo semántico es
un terreno
plano. 
Un terreno.

A continuación vertemos como ejemplo húmedo y desprovisto de todo lo que no es líquido o necesario, un ejemplo radicular de campo semántico relacionado con la poética del agua. Disfrútenlo por Dios.

JOSÉ HIERRO
BALLENAS EN LONG ISLAND (Fragmento)

I
Las he visto varadas en la playa.
Los niños han abandonado
carruseles, montañas rusas,
nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz
y suspendidos de sus cometas de colores
han llegado a la orilla. Atrás quedó
la música crispada de los altavoces.
Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa:
jadeo de olas, disnea de cetáceos agonizantes,
chillidos de las aves marinas,
estremecedora polifonía.
Los niños, desconectados de lo fabuloso,
saben que es imposible que a Jonás
se lo tragase una ballena,
como cuenta la Santa Biblia,
porque al final de la caverna amenazadora
una garganta angosta permite solo el paso
de minúsculos pececillos, plancton, polen marino
que atravesaron las barbas filtradoras.
(Ignoran, sin embargo, que estas barbas
fueron antaño utilizadas
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
Solo Dios sabe qué habrá sido de ellas,
dónde estarán ahora pudriéndose!).

(De Cuaderno en Nueva York, 1998.)

JOSÉ EMILIO PACHECO
LA GOTA

La gota es un modelo de concisión:
todo el universo
encerrado en un punto de agua.

La gota representa el diluvio y la sed.
Es el vasto Amazonas y el gran Océano.

La gota estuvo allí en el principio del mundo.
Es el espejo, el abismo,
la casa de la vida y la fluidez de la muerte.

Para abreviar, la gota está poblada de seres
que se combaten, se exterminan, se acoplan.
No pueden salir de ella,
gritan en vano.

Preguntan como todos:
¿de qué se trata,
hasta cuándo,
qué mal hicimos
para estar prisioneros de nuestra gota?

Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.

(De Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, 2010)

ANTONIA POZZI
AMOR DEL AGUA

Por el valle que es un lago
de sol ‒ agitado por la ola
de las campanas ‒
huye la sombra
y se reúne
bajo un árbol solitario
donde el torrente
cae ‒

Toda la sombra y la frescura del mundo
se cierran en torno
a la frente acalorada
del niño
que ‒ asomado a la orilla ‒
no sabe liberar
su alma abandonada
de los plateados brazos
de la cascada ‒

(De Palabras. Traducción de Carlos Vitale)

CLAUDIO RODRÍGUEZ
ESPUMA

Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.

(De Don de la ebriedad, 1953)

AURORA LUQUE
GEL

Preparo la toalla. Me descalzo. Esa esponja
porosa y amarilla que compré en un mercado
obsceno de turistas en la isla de Hydra
qué dócil bajo el agua cotidiana
tantos meses después, en el exilio.
De pronto el gel recuerda -su claridad lechosa,
su consistencia exacta- el esperma del mito,
el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,
un susurro de olas mar adentro
y una diosa que aparta
los restos de otra espuma de sus hombros.
Me punza una emoción tan anacrónica,
un penoso latir, hondo y absurdo,
por ese mar. Por ese solo mar. Busco una dosis
de mares sucedáneos.
Cómo podría desintoxicarme.
Dependo de por vida
de una droga. De Grecia.

(De Carpe noctem, 1994)

JOSÉ ÁNGEL VALENTE
EL TEMBLOR

La lluvia
como una lengua de prensiles musgos
parece recorrerme, buscarme la cerviz, bajar,
lamer el eje vertical,
contar el número de vértebras que me separan
de tu cuerpo ausente.

Busco ahora despacio con mi lengua
la demorada huella de tu lengua
hundida en mis salivas.

Bebo, te bebo
en las mansiones líquidas
del paladar
y en la humedad radiante de tus ingles,
mientras tu propia lengua me recorre
y baja,
retráctil y prensil, como la lengua
oscura de la lluvia.

La raíz del temblor llena tu boca,
tiembla, se vierte en ti
y canta germinal en tu garganta.

(De Material memoria. 1977-1992)

BLANCA VARELA
PUERTO SUPE

A J.B.

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el  horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro. 

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación, un mismo tiempo
de chorreantes dedos y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa, ese espejo muerto
en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre ciego
pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas.
En esa costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía,
el que no quiere ver la noche.

Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas.

(De Este puerto existe, 1959).

ELISABETH BISHOP
EL ICEBERG IMAGINARIO

Mejor el iceberg que la barca,
aunque significara el final de nuestro viaje,
aunque permaneciera inmóvil como una roca de nube
y todo el mar fuera mármol en movimiento.
Mejor el iceberg que la barca,
mejor ser amos de esta palpitante llanura de nieve
aunque las velas se postren sobre el mar
como nieve que yace sobre el agua sin disolverse.
Oh solemne campo flotante,
¿te das cuenta?: un iceberg reposa en ti
y podría apacentarse en tus nieves cuando despierte.

Por este escenario daría sus ojos un marinero.
La nave es ignorada. El iceberg se yergue
y vuelve a sumergirse; sus pináculos cristalinos
corrigen elípticas por el cielo.
En este escenario, aun quien frecuenta las tablas
es de una torpe retórica. El telón, tan ligero,
podría ser levantado por las más finas cuerdas
que con sus etéreos torzales ofrece la nieve.
Con sus agudezas, los blancos picos
provocan al sol. Su peso atreve el iceberg
por el cambiante teatro, de pie, vigilante.

Este iceberg labra sus facetas desde adentro.
Como las joyas de una tumba,
perpetuamente se conserva: adorno
de sí mismo tan sólo —o tal vez de esas nieves
tan sorprendentes sobre el mar tendidas.
Adiós, adiós, decimos. La nave zarpa hacia el sitio
donde olas a más olas y a más olas se rinden
y las nubes se deslizan por un cielo más cálido.
Los icebergs exhortan al alma a que los vea
(ya que se nutren ambos de los menos visibles elementos)
corpóreos, limpios, erguidos, indivisibles.

(De El iceberg imaginario. Traducción de Ulalume González de León)

FRANCISCA AGUIRRE
TESTIGO DE EXCEPCIÓN

Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares
y que nadie lo note.

(De Trescientos escalones, 1977)

ROBERTO JUARROZ
18

Hay un pozo donde se juntan todas las palabras,
húmedamente ellas mismas,
entidades más despiertas que perfectas,
cuyas sombras han tropezado casualmente con la boca de los hombres.

Nadie conoce la ubicación del pozo peregrino,
pero a veces, con los ojos vendados,
uno manotea y se encuentra dentro de él,
como si el pozo fuera el mundo.

Y otras veces, con los ojos abiertos,
uno manotea y encuentra el pozo dentro de uno mismo,
como si hablar no fuese ya una torre de humo.

Cada palabra se vuelve entonces otro pozo
en la nómade profundidad que nos habita.
Un pozo en otro pozo. Y hasta en otro.

(De Poesía vertical 1958/1982)

FEDERICO GARCÍA LORCA
NIÑA AHOGADA EN EL POZO

(Granada y Newburg)

Las estatuas sufren por los ojos con la oscuridad de los ataúdes,
pero sufren mucho más por el agua que no desemboca.
Que no desemboca.

El pueblo corría por las almenas rompiendo las cañas de los pescadores.
¡Pronto! ¡Los bordes! ¡Deprisa! Y croaban las estrellas tiernas.
…que no desemboca.

Tranquila en mi recuerdo, astro, círculo, meta,
lloras por las orillas de un ojo de caballo.
…que no desemboca.

Pero nadie en lo oscuro podrá darte distancias,
sin afilado límite, porvenir de diamante.
…que no desemboca.

Mientras la gente busca silencios de almohada
tú lates para siempre definida en tu anillo.
…que no desemboca.

Eterna en los finales de unas ondas que aceptan
combate de raíces y soledad prevista.
…que no desemboca.

¡Ya vienen por las rampas! ¡Levántate del agua!
¡Cada punto de luz te dará una cadena!
…que no desemboca.

Pero el pozo te alarga manecitas de musgo.
insospechada ondina de su casta ignorancia.
…que no desemboca.

No, que no desemboca. Agua fija en un punto,
respirando con todos sus violines sin cuerdas
en la escala de las heridas y los edificios deshabitados.

¡Agua que no desemboca!

(De Poeta en Nueva York, 1940)

Salvador, G (1986). Semántica y lexicología. Madrid: Paraninfo.
https://www.ucm.es/plataformaele/campo-semantico
https://definicion.de/campo-semantico/

Marisa Bello y Jimena Cid
Consejo editorial agua

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