Laia López Manrique

Poemas de Periférica interior (Stendhal Books, Barcelona, 2021)

RETALES, HABLADURAS

-la micela atrapa lo sucio atrayéndolo hacia el centro

-he olvidado tantas veces a las vivas, las he enterrado en la imaginación como un sarcófago

-se llamaba como no querían que se llamase, posiblemente bailaba desnuda en las paredes
apoyando la palma de las manos, dando vueltas y vueltas como una autómata

-mimosa la flor neutra balbuciente estigma empapado sépalo de axioma

-tengo en la piel del muslo un corte de ámbar una secreción resbaladiza

-lo que en algún momento se pudo considerar una merma también puede interpretarse como
una gran donación

-hacía calor junto a las cañas de bambú que cercaban la ventana para que las animantes no
pudieran saltar al vacío

-el calor hizo que recordase una promesa en falta

-la noche es el día en cuclillas; el día, sin embargo, es la noche escrutadora

-los labios tocan la cuerda lasciva del tendedero como si volvieran a (…)

-embebida y centrífuga el coro de una tragedia de Eurípides

-quién hablaba de aquel amor que quedó truncado de un tajo en la calavera

-con lo que emana del pliegue con lo que emana de ese lugar envolvente y sudoroso

-buscando la palabra viva bajo el vientre

  • hacia ti
    embriaguez
    si me buscas

EPÍTETOS LÉSBICOS

la escoradora la que nunca renuncia la que sabe y
espera batiente y abrasiva como la llama

la dispensadora de rastro la equinácea
la malvardida

la ruin la que partía en dos los ojos de los crustáceos
la que se desdijo la que no

la atendosa la irrespirante la que resollaba
la que olvida los zapatos debajo de cualquier
repisa
la alfombrada en el placer
la acúfena la de la crin suave
la ternacera
la disyuntiva la discursante

la pintada de amatista la plisadiosa la biomba
la aflojadora de suelos la escalena
la que invitará a entrar en la cueva a horcajadas
la que hace perder pie la que devuelve la ruta
la recostada la llantisa
la espinadora
la adoratriz la purulante
la anhémula

I

Nunca viajé a Berlín. Sus calles, tal vez, nomenclaturas,
arterias de luz disecada. Él estuvo en el Museo de Historia
Natural, me envió la imagen de un feto encerrado en un
tarro, cubierto en formol. “Éste es el hijo que yo no voy a
tener, el que he abortado. Mira los surcos de la piel aún sin
formar, el color rosa palo que colinda peligrosamente con
el gris.” Solía escribir esa clase de cosas, de tal modo que no
era raro temer por su vida, desear ir a buscarle a todas las
ciudades por las que paseaba su sombra de niño evasivo, los
zapatos grandes y oscuros pisando el asfalto con ligereza,
como coleópteros.

II

Ellas, las de afuera, confían, confían. Creer demasiado en un
síntoma es tan inexacto y falible como ignorarlo. En la ha-
bitación cerrada de la clínica, el personaje tose y merodea.
Imagina sus cláusulas, lo que podría decir si, afuera, se atre-
vieran verdaderamente a escuchar: “No pedí ayuda de nue-
vo porque ya lo había hecho muchas veces antes.” “Usted no
tiene razón.” “Cada una lleva a cuestas su vida; en cuanto a lo
demás, hay dos opciones: insistir o batirse en retirada.”
“Un cuerpo puede dejar de existir porque alguien no lo recuerda.”
Piensa que enfermará, triunfalmente, al fin, de neumonía o
de cólera. Le llevará un tiempo. Ha engullido tiza, agua de
mar, un escorpión entero, adobado.

Poema de La mujer cíclica seguido de Speculum (La Garúa, Barcelona, 2022)

PERMUTACIONES

Un pobre perro cerebral. Sobrecargado con Dios.
Gottfried Benn

Digo palabras: res, ave, gato, zarzal, floración. Infancia, recoger moras, pincharse los
dedos. Sangre, rueca, tela de araña.

La loca de la casa. Voces que son nido en los altillos. La loca de la casa. Si se enciende
dos veces la luz sabré que Dios existe. Si mi útero roza la sábana sabré que Dios
existe. Si Dios existe sabré. Un haz de voces rojas contra el cuarto: ¿existe Dios?. Digo
palabras. Soy niña, dos niñas, me pincho los dedos. (No hay ergo que interfiera en esta
frase). La casa en la loca, voces, útero, floración de su casa en la cabeza goteante.
Puntea la casa, la sangre, puntean los dedos. Ave res, Dios zarzal, sangre. El gato roza
la rueca. Desde el altillo, vocea la luz. Dos luces saben. Dos dioses se encienden en la
voz.

Mirar cómo la araña caza a su presa. Mirar y detenerse en el marco gris de sombra de
la pared desconchada. Desconchar a la araña en la pared, a la niña. Voy hacia ti para
salvarte. Condición de res de indicio: la loca de la casa. (No hay ergo que interfiera en
esta frase). Con mis dedos te salvo, me devuelvo a la angustia. Devuelvo la angustia a
su marco gris. A su sombra. La araña salva los dedos de la presa en el nido. Me pincho
en la rueca, la araña salva mi sombra, yo salvo a la res, la mora recoge mi sangre, voy
hacia el punteo goteante, florezco en la sábana. Indicio de Dios: su floración en la tela
de araña. Indicio de res: la caza de la presa. Indicio de infancia: miro el zarzal contra el
cuarto, miro el haz de voces rojas, el gato detenido en la pared existe. Hacia mí. No hay
ergo que interfiera en esta casa. No interfiere Dios.

LAIA LÓPEZ MANRIQUE (Barcelona, 1982)

Estudió Filosofía y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona. Ha publicado los libros La mujer cíclica seguido de Speculum
(La Garúa, 2022), Periférica interior (Stendhal Books, 2021), Speculum (Ejemplar Único,
2019), Transfusas (Ediciones del 4 de Agosto, 2018), Desbordamientos (Tigres de Papel Ediciones,2015), La mujer cíclica (La Garúa, 2014), y Deriva (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012) y ha sido antologada y traducida a diversas lenguas en compilaciones y revistas españolas e internacionales. Ha sido coeditora de la revista digital de creación literaria y experimental Kokoro y trabaja como profesora de Lengua y Literatura castellana y Filosofía.

Tres detonantes creativos
La contemplación atónita de cualquier elemento mínimo de la realidad. Un estado personal de crisis y de suspensión del salto. Y, por supuesto, la lectura, la lectura enardecida.

¿Algún rito preliminar antes de la escritura? ¿Cuál?:
El único que me sirve es estar en silencio, receptiva. Y, tras el silencio, leer en voz alta las palabras que se van trazando en la página.

¿Qué fases atraviesan tus poemas? ¿Cuándo pones fin a un texto?:
Mis poemas atraviesan las fases del balbuceo, del esbozo, de la escritura y de la corrección obsesiva.
Pongo fin a un texto cuando considero que su tallaje es el que necesita; este proceso puede ser inmediato o muy largo, tras un pulido intenso.

¿Cuáles son tus referentes poéticos?:
De Safo a Anne Carson pasando por Henri Michaux, Djuna Barnes, Agota Kristof, Mercedes Roffé, Ana Becciu, Roland Barthes, Clarice Lispector, Valentine Penrose, Kafka, Idea Vilariño, Nathalie Sarraute, Inger Christensen, Elias Canetti, Marguerite Duras, Mina Loy, Ingeborg Bachmann… la poesía no se agota en la poesía.

Un consejo al escritor novel:
Que ponga el acento del goce en el proceso de la escritura, no en la recepción. 

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