EL HIJO ELIGE ALEJARSE
El ojo que nos mira
corta los ojos de quien me mira.
Yo miro mi bruma perdido en su regazo.
Hay carne, cristales y arena.
Hay hueso unido al hueso separado.
Mamo del horizonte con mi garganta blanca.
Estoy hecho de pecho lejano.
Elegancia prehistórica de nube,
delirantes aviones de arrecife,
biberones de ausencia entre las manos.
Una hoguera y dos cráneos
parece que resuelven
la flor de la tristeza.
Soy un colibrí enajenado.
En el vientre de la ballena
miro— fuera de campo —la ballena.
Hay andamios.
LA ORIGINALIDAD ES UNA ESCOBA
Árbol, ácaro, monte,
barco, pájaro, playa,
mosca, sangre y hormiga.
(Son sólo nueve ejemplos).
Barre la esquina limpia,
que no se te acumule lo invisible.
ORILLA
La sombra que no arde
es la sombra que más quema.
En el pecho de la fiesta
un tornillo sin fin.
Así es como funciona.
Las palabras son reinas
cuya entereza en ruinas
llega como la orilla:
exactamente tarde.
Nombre: Felipe.
Apellidos: Bollaín Parejo.
Altura: 1 metro 74 centímetros
Escuela creativa en la que te estás formando o de la que has sido alumno:
En 1998 conocí a los poetas David Eloy Rodríguez y José María Gómez Valero, dos de los numerosos integrantes fundadores del colectivo de agitación y expresión cultural La Palabra Itinerante. Asistí a lo largo de algunos años a un total de cinco o seis de sus talleres de poesía contemporánea y uno de poesía experimental. La lectura de muchos poetas implicados activamente en este colectivo también ha sido una gran escuela (Juan Antonio Bermúdez -que lamentablemente nos dejó hace ahora justo un año-, Iván Mariscal, Pedro del Pozo y Toscano son tres buenísimos e indiscutibles ejemplos, y se me quedan decenas por nombrar como referentes, sin contar con la inevitable búsqueda propia de aquí y de allá). Años más tarde estuve en el “Salón de Belleza”, el taller de poesía que imparte la poeta Carmen Camacho, también miembro del colectivo La Palabra Itinerante, creo que fueron como mínimo dos talleres, seguramente tres. Y el último taller al que he asistido es al de Laura (“La poesía es un viaje”), a quien conocí cuando vino como poeta invitada a uno de los talleres con David Eloy y José María, con motivo de la publicación de su maravilloso poemario “Los idiomas comunes”.
¿Cómo te has enfrentado al proceso de creación de estos textos?:
Mi manera de abordar los textos suele variar. Lo que tengo claro es que funciono mucho por imágenes, y por frases sueltas (tanto de inicio como de cierre, así como una suerte de aforismos-poéticos-comodín, hallazgos a los que procuro encontrarles su sitio. A veces todo comienza con uno de esos aforismos poéticos como título, como hilo del que tirar. Mi escritura suele ser torrencial y tendente a la dispersión. Suele estresarme el hecho de que, al escribir un poema, encuentro en él esquejes de los que intuyo pueden salir dos, tres, cuatro poemas más, así que la contención en la extensión (normalmente no más de un folio) me resulta muy útil: primero me desbordo y luego cribo si es necesario. Yo creo que no es la temática sino las imágenes que me visitan las que me arrancan a escribir, casi inconscientemente, para conocerme y encontrarme a medida que escribo un poema y otro y otro. El proceso de criba quizás es donde encuentro más bloqueos e inseguridad, aunque si no me exijo y me dejo llevar, al final agradezco mi labor de síntesis y de claridad. Diría que en mi proceso he pasado a ser más sencillo, menos críptico, aunque hay un componente digamos surrealista o de juegos de palabras del que a veces he abusado, y ahora, como digo, voy más hacia la sencillez y la claridad en la expresión, sin olvidar los vuelos metafóricos de alto valor calórico fantasticotidiano. He soltado esto como podía haber soltado otra cosa, pero es lo que me ha salido.
Lo inesperado es siempre el hallazgo, la ilusión en mi rostro y en mi alma cuando me sumerjo de lleno en la creación porque hay algo que pide ser dicho y me siento vibrar yendo a su encuentro, me siento pleno en esa búsqueda y a veces, sólo a veces, siento que acerté en mi manera de comunicarme. Mi manera. Me leo en voz alta para reconocer lo que suena y lo que no, ese es un buen criterio de criba, escuchar la música del poema, ver dónde puede estar desafinando, ver dónde se cae… para procurar levantarlo.
Dos palabras para describir tu proceso creativo (en relación a los textos que nos envías):
Muy difícil describir mi proceso creativo en dos palabras. Quizás ya he dicho parte en el párrafo anterior: arranque por imágenes, visualización de sensaciones, permiso de escritura torrencial instintiva y finalmente criba ayudado por lectura en voz alta. Buen ejemplo de esto último es uno de los poemas que incluyo en mi selección, ambos creados en el taller de Laura: “Caricias, carencias” e “Informe final de actividades”. Del resto, si lo creéis necesario, os puedo especificar el proceso, pero creo que con lo ya dicho es suficiente.