Poesía o llegar a salvo

NO SABES QUÉ HACER

A veces el poeta
no sabe si coger la hoja de acero,
sacar punta a su lápiz y hacerse un verso
o sacarse una vena
y hacerse un muerto.

Gloria Fuertes
(de Aconsejo beber hilo. Diario de una loca, 2004)

Los poetas suicidas entran en la muerte de forma variada: enviciados en la curva inadvertida, batidos en las mandíbulas de algún mar tóxico o en gases herméticos que no hay que sujetar. Los automóviles son breves para llegar a salvo a casa, pero ¿cuántos poetas tienen carné de conducir?

La relación entre poesía y suicidio es antigua y fidedigna. Podríamos hablar de lugar común, ese en el que se perfila el trueno como elemento indisoluble al poeta y, lo cierto, es que los datos atestiguan esta concepción en absoluto infundada.

Muchos poetas han sido voluntarios en el mostrador de la muerte, bien sumidos por la depresión, víctimas de adicciones o con una infancia traumática,  bien por continuar haciendo la poesía en un movimiento más allá. 

La imagen del bardo de vida trágica, extremo, instalado en la marginalidad o la incomprensión, situado fuera de las lindes de la convención, enaltecido e inclinado hacia costumbres nada recomendables se ha ido perfilando históricamente desde el ideario romántico y se irá consolidando en movimientos literarios posteriores. Un retrato corroborado además con la frecuente interrupción de la bocanada en autores diversos.

El escritor y filósofo rumano Emil Cioran, quien tantas líneas dedicó al suicidio, insiste también en esta visión del poeta tal y como recoge en su obra Breviario de Podredumbre (1949):

…No puede haber desenlace para la vida de un poeta. Todo lo que no ha emprendido, todos los instantes alimentados con lo inaccesible, le dan su poder. ¿Experimenta el inconveniente de existir? Entonces su facultad de expresión se reafirma, su aliento se dilata. […] Entre la poesía y la esperanza, la incompatibilidad es completa; de este modo el poeta es víctima de una ardiente descomposición. ¿Quién se atrevería a preguntarle cómo ha experimentado la vida, cuando ha vivido gracias a la muerte?… (Cioran, 1949, p.60).

Cioran describe el propio suicidio como un acto extraordinario y reflexiona además sobre la relación de la muerte voluntaria con la poesía llegando a proponer una verdadera apología de la autodestrucción:

…No hay más elegidos, me repetía, que los que se dan la muerte. Aun ahora, aprecio más a un portero que se ahorca que a un poeta vivo. El hombre dura en la prórroga del suicidio: esta es su única gloria, su sola excusa… (Cioran, 1949, p.95).

Podríamos listar infinidad de escritores que han coqueteado con la autólisis hasta su plena consumación, solicitando paradas fuera de ruta . Según la leyenda, la primera suicida sería Safo que, al no ser correspondida por su amado Faón, decidió arrojarse al mar. Tras ella otros muchos se han ido arrojando a diferentes modos de muerte: barbitúricos, armas de fuego, gases o ahorcamiento. 

Citaremos algunos nombres de relieve entre tantas y grandes pérdidas: Gérard de Nerval, José Asunción Silva, Leopoldo Lugones, Antonin Artaud, Alfosina Storni, Marina Tsvetáyeva, Kostas Karyotakis, Vladimir Maiakovski, Cesare Pavese, Anne Sexton, Sylvia Plath, Paul Celan, Gabriel Ferrater, Alejandra Pizarnik…

Esta estrecha vinculación entre poesía y suicidio ha suscitado gran interés, tanto es así que la bibliografía sobre el tema es enormemente profusa y extensa, siendo objeto de estudio también desde ámbitos médicos y/o científicos.

En el interesante artículo del psiquiatra J.J. de la Gándara, Poesía y Suicidio, leemos:

…Según el psiquiatra británico Félix Post, tras estudiar las biografías de 100 escritores, los poetas presentan un elevado riesgo de padecer depresiones:
Post asegura que: “…los elevados niveles de imaginación y la enorme actividad cerebral necesitada para el trabajo creativo, junto con la alta frecuencia de rasgos anómalos de “carácter”, hacen que los escritores tengan el doble de riesgo de sufrir depresiones que otras personas…”. Para llegar a esa conclusión, escudriñó las biografías de cien literatos tan destacados como Whitman, Dickens, Oscar Wilde, Faulkner… y encontró que la mayoría de ellos habían tenido algún familiar afectado por depresiones o psicosis. De hecho, según sus datos, el suicidio acabó con el 8 % de los poetas, lo que comparado con el “10-por-cienmil” al que tocamos el resto de los mortales, hace que por lo menos a un servidor le entren ganas de abandonar la poesía… 1

Existe mucha literatura diseccionando de un modo exhaustivo este fenómeno que señala una tasa de prevalencia del suicidio entre los escritores, y más concretamente los poetas, por encima del resto de la población. Los factores serían, entre otros, unas cifras más elevadas de depresión, un porcentaje superior en adicciones o una personalidad denominada inconformidad psíquica, caracterizada por ausencia de contención emocional, inquietud, impaciencia e insatisfacción que conduce a la continua generación de un proyecto tras otro. 2

En cualquier caso, no queremos terminar con estadísticas ni acabar en tablas las pérdidas. Nuestro único riesgo será el despeñadero poético y nuestra elección estos poemas de cuatro autores que decidieron cruzarlo por motivos diversos.

KOSTAS KARYOTAKIS
SUICIDAS IDEALES

Giran la llave de la puerta, toman
su vieja carta guardada,
leen en silencio y luego
van arrastrando por última vez, el paso.

Digamos que su vida es una tragedia.
Dios mío, la risa terrible de los hombres,
las lágrimas, el sudor, la nostalgia
de los cielos, la desolación de los lugares.

Se paran frente a la ventana, miran
los árboles, los niños, la naturaleza,
los herreros que amartillan
el sol que quiere ponerse para siempre.

Todo ha terminado. He aquí la nota,
breve, sencilla, profunda como corresponde:
llena de indiferencia y de perdón
hacia aquel que la lea y llore.

Se miran al espejo. Miran la hora, se preguntan
si es un súbito miedo o equivocación,
«Todo ha terminado», susurran, «ahora»,
cuando en el fondo, seguramente lo postergarán.

(De Elegías y Sátiras, 1927. Traducción de Juan Manuel Macías)

***

MISUZU KANEKO
HERMOSA CIUDAD

De repente, recuerdo esa ciudad…
los tejados rojos a lo largo de la orilla del río;

y luego, en las aguas de ese ancho río azul,
una vela blanca, silenciosa, silenciosa;

y en la hierba de la orilla del río
un joven, un artista,
mirando distraídamente el agua.

¿Y yo? ¿Qué estaba haciendo? Cuando creo que
no puedo recordar, me doy cuenta de que todo
era una imagen en un libro prestado.

***

ANTONIN ARTAUD
MARTES 18 DE NOVIEMBRE DE 1947

No hay mundo
ni ámbito invisible oculto,
ni mundo de espíritus ni espíritus,

simplemente hay un estado enterrado y remoto,

un tránsito o partida  invisible del cuerpo humano
cuyo estado orgánico y anatómico externo
es el único estado válido y reconocible de cualquier cuerpo.

Esta partida o tránsito invisible del cuerpo humano
es un estado donde no se permanece, no puede permanecer:
es el vacío y la nada.
Quedarse
es permanecer muerto
en lugar de querer estar vivo,
de buscar estar vivo
ganar la vida eterna,
y este estado donde no se puede estar, que es el vacío o la nada,
es un estado donde hay que guardarse de hacer o intentar hacer vivir un cuerpo

porque es el d (…)
pero a través de cuyo ámbito pasa cuanto hay de válido en un cuerpo,
y que no es el ámbito polvoriento
o fluídico,
que no es un estado químico o físico, ni siquiera el estado
al-químico
de los cuerpos

no es un estado sensible y es peligroso y mortal quedarse,
no es un estado insensible tampoco,
no es un estado imperceptible
y no es un estado que pueda perceptible
sino el estado perceptivo,
y no es el estado de no percepción,
el estado repulsivo,
no es un estado, es una voluntad de vacío,
una voluntad que crea el vacío a su alrededor,
y que corresponde a lo que llamábamos
el polvo de eterna resurrección,
es el estado en el que no hay que no dejarse fijar
y no el cual
sino a través del cual
fijo los ámbitos de conciencia que quiero destruir y eliminar
porque no hay,
no debe haber conciencia,

no es un estado en suma
sino un cuerpo,

un eliminatorio de todo cuerpo,
el grado eliminativo (mierda)
la temible travesía del fuego verde y negro
que no debe mostrarse
sino que a su través se rechaza
y el vacío y la plenitud.

P.S.: Es un hueco que no debe ser dejarse vacío
y por medio del cual, con la ayuda del cual se rechazan cuerpos y más y más
terribles
y vaciantes
de la plenitud
Es el grado de la vestimenta definitiva
que permanece
invisible y que está allá
visible tan solo
cuando no lo miramos.

¿Podremos mirarlo un día?

Es el estado donde todo se logra
y este todo es uno mismo
el todo del dolor absoluto donde hay que permanecer solo
pero uno mismo
solo como uno mismo.

(Traducción de Javier Lentini)

***

ANNE SEXTON
QUERER MORIRSE

Ya que preguntan, la mayor parte de los días no me acuerdo.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Después, casi innombrable, vuelve la lujuria.

Incluso en ese instante, no tengo nada en contra de la vida.
Conozco bien las hojas que mencionan,
los muebles que sacaron al sol.

Pero los suicidas tienen un idioma propio.
Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

Dos veces me pronuncié tan claramente,
poseí al enemigo, me comí al enemigo
le arrebaté su oficio, su magia.

Así, grave y pensativa,
más tibia que el agua o el aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.

No pensaba en mi cuerpo ante la punta de la aguja.
Ni siquiera había córnea o restos de orina.
Los suicidas ya traicionaron al cuerpo.

Nacieron muertos, y aunque no siempre se mueran,
quedan deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta un chico podría mirarla y sonreír.

¡Meterse toda esa vida debajo de la lengua!—
eso, en sí mismo, se vuelve una pasión.
Dirán que la muerte es un hueso triste y golpeado,

con todo, año tras año me espera,
para deshacer con delicadeza una vieja herida,
para soltar mi aliento de su prisión insana.

Colgando ahí, a veces los suicidas se encuentran,
furiosos ante el fruto, una luna inflada,
y dejan el pan que confundieron con un beso,

dejan la página del libro abierta al descuido,
algo sin decir, el teléfono sin colgar
y el amor, fuera lo que fuese, una infección.

(Traducción de Sandra Toro).

***

1 De la Gándara, J.J., Álvarez Álvarez-Monteserín, M.T., García Mayoral, V.: Poesía y suicidio (2004). Psiquiatría.com Revista Electrónica de Psiquiatría.
2Mínguez, L. (2011). Poesía, melancolía y suicidio. Tesis doctoral. Directores: de la Gándara, J.J. y García, M.I. Universidad de Burgos, 2011. Recuperado de: Poesía, melancolía y suicidio: estudio patobiográfico … – Dialnethttps://dialnet.unirioja.es › servlet › tesis

BIBLIOGRAFÍA:

Cioran, E.M. (1972). Breviario de podredumbre. España: Taurus.
Mínguez, L., García Alonso,  I. y de la Gándara, J.J. (2010). Suicidio, el último verso de un poeta. Recuperado de: Suicidio, el último verso de un poeta – Dialnethttps://dialnet.unirioja.es › descarga › articulo 

Marisa Bello
Consejo editorial agua

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